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24 agosto, 2024

 

Zona de Baja Emisiones (ZBE)


¡Estoy enfadado! En mi ciudad se ha implantado la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) y yo soy un afectado. Mi coche ha pasado la ITV favorablemente, tengo al corriente el  pago del impuesto de circulación y el seguro en vigor, pero no puedo entrar en el centro de mi ciudad. Eso sí, por mi calle pasan todos los coches que se dirigen a la Zona de Bajas Emisiones.

En primer lugar, reconozco que la preeminencia que se le ha dado al automóvil privado en el diseño de nuestras ciudades durante décadas, ha sido un error. Sin embargo, la implantación de las ZBE, prohibiendo la entrada de automóviles en función de su etiqueta medioambiental, me parece una solución superficial e injusta a un problema mucho más profundo. 

No tengo dudas de que la contaminación y el ruido que genera el tráfico en las ciudades afectan negativamente la calidad de vida de todos los ciudadanos, y sí, es necesario cambiar el paradigma. Pero la forma en que se están gestionando las ZBE no me parece la más eficaz.

Los intereses económicos detrás de las ZBE

Si el objetivo es reducir el número total de vehículos en circulación, ¿por qué se está impulsando el reemplazo 1:1 de los coches de combustibles fósiles por vehículos eléctricos?

Detrás de las políticas que promueven las ZBE, encontramos un fuerte impulso de la industria del automóvil. En España, la fabricación de vehículos y componentes representa alrededor del 8% del PIB, el 9% del empleo y el 18% de las exportaciones. Es evidente que existe un interés en mantener viva la producción de coches, aunque eso signifique empujar a los ciudadanos a reemplazar constantemente sus vehículos en lugar de buscar alternativas más sostenibles. ¿Por qué no se apuesta más por el carsharing (vehículos compartidos) o el retrofit (modernización de coches antiguos)? Probablemente porque es más lucrativo vender coches nuevos, para la industria. Además, el Gobierno no es un agente neutral: cada vez que compras un coche, el 21% de IVA y el impuesto de matriculación son recaudados por el Ministerio de Hacienda. 

Se fomenta la compra de coches eléctricos, pero se imponen altos aranceles a los vehículos eléctricos importados. ¿A quién se protege, al medioambiente o a la industria automovilística de la UE?

El enfoque actual parece estar más orientado a seguir produciendo y vendiendo vehículos, en lugar de fomentar verdaderas soluciones que reduzcan el número de coches en circulación. Este modelo perpetúa el ciclo de producción y consumo en lugar de abordar el problema de fondo: el exceso de coches en nuestras ciudades.

Los efectos secundarios no deseados

El coche eléctrico ¿contamina?

La fabricación de coches eléctricos no es inocua. La extracción de minerales y la producción de baterías son procesos altamente contaminantes. Aunque las emisiones de los coches de combustión son más contaminantes que las de los eléctricos, los estudios apuntan que, si miramos el ciclo de vida completo (fabricación y uso), los eléctricos son menos contaminantes. Pero, ¿qué es mejor para el medioambiente: achatarrar mi coche actual y comprar uno eléctrico nuevo, o mantener mi coche unos años más si solo hago menos de 10.000 km al año?

Efecto traslado

Un problema adicional de las ZBE es el desplazamiento del tráfico. Las ZBE muchas veces solo logran trasladar la contaminación y los problemas de tráfico a otras áreas circundantes. Es decir, si vives fuera de la zona restringida, puede que te encuentres con más tráfico en tu calle porque los coches que antes circulaban por el centro ahora buscan rutas alternativas o intentan aparcar en tu calle. En lugar de una solución integral, se está aplicando un parche que desplaza el problema sin resolverlo.

Un plan para ricos

El impacto social de las ZBE también es innegable. La implantación de una ZBE puede acabar beneficiando a los más ricos y perjudicando a los más pobres. Las zonas centrales de las ciudades suelen estar habitadas por personas con rentas más altas, quienes pueden acceder con sus coches, sin importar cuánto contaminen. En cambio, las familias con menos recursos suelen conducir coches más antiguos que no pueden acceder a estas zonas, lo que crea una barrera social adicional. Esto genera un espacio donde solo aquellos con poder adquisitivo pueden entrar, ya sea porque tienen un coche nuevo o porque viven dentro de la ZBE y tienen un aparcamiento asegurado. Se refuerza así la brecha económica y social en las ciudades.

Un enfoque más justo y sostenible

Algunas ciudades han implementado ZBE más inclusivas, donde, en lugar de prohibir la entrada de vehículos según su etiqueta medioambiental o mediante la implantación de peajes urbanos, se ha logrado reducir el tráfico permitiendo circular a cualquier vehículo siempre que realmente lo necesite. Se dificultan tanto el tráfico de paso, que atraviesa la ZBE sin detenerse, controlando las direcciones y creando bucles que desincentivan a circular por la ZBE, como el tráfico de agitación, aquel que da vueltas y vueltas buscando aparcamiento, lo que se consigue reduciendo las plazas de aparcamiento y restringiendo las que quedan a un máximo de 15 minutos. A su vez, se permite el tráfico necesario, aquel que hace que la ciudad funcione. 

El nobel de economía 2017: Richard H. Thaler nos enseña que en lugar de prohibir, podemos dar pequeños empujones en la dirección correcta, manteniendo siempre la libertad de elección de los individuos. 

Las Zonas de Bajas Emisiones, tal como están planteadas actualmente, no son la solución definitiva para combatir la contaminación urbana. Aunque puedan ofrecer mejoras puntuales, trasladan el problema a otras zonas y generan nuevas barreras sociales. Es necesario un cambio de enfoque, que priorice la reducción real del número de vehículos en circulación, el fomento de alternativas de transporte sostenible y una planificación urbana más inclusiva.

En lugar de seguir alimentando la industria del automóvil, ¿por qué no apostar por soluciones más justas y efectivas que beneficien a todos los ciudadanos? ¿Cómo podemos lograr un futuro urbano más limpio y equitativo?

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