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28 enero, 2025

 

Inventando la rueda: una crítica al mobiliario urbano

 


Paseando por Bilbao, me encuentro con que alguien ha añadido un cubo a una fuente pública. Hace años, hubiese exclamado: ¡Viva la innovación ciudadana! Pero, ahora que me he convertido en un viejo cascarrabias, lo único que puedo pensar es: ¡Volvemos a inventar la rueda! Las antiguas fuentes de fundición ya incorporaban esta funcionalidad.

El mobiliario urbano es una de esas cosas que a menudo pasan desapercibidas, pero cuyo impacto en la vida diaria es profundo. Desde los bancos hasta las fuentes, desde las papeleras hasta los WC públicos, desde las farolas hasta un parque para mayores, son elementos que no solo estructuran el espacio público, sino que también definen cómo lo vivimos. Sin embargo, ¿por qué en pleno siglo XXI seguimos "inventando la rueda" con diseños que, lejos de mejorar la experiencia urbana, la complican innecesariamente?

Un ejemplo claro de esta desconexión entre el diseño del mobiliario y las necesidades de los ciudadanos lo encontramos en el ejemplo que he puesto, las fuentes públicas. Siempre he conocido en mi ciudad las fuentes que incluían pequeños pozos o receptáculos que permitían a las mascotas y a las aves beber agua. Por cierto ¿no hay excesivas palomas en nuestras ciudades? Estos eran espacios funcionales y bien integrados. Ahora, en cambio, muchas fuentes modernas vierten el agua directamente al suelo, donde desaparece por un desagüe. Si un transeúnte necesita dar de beber a su perro, tiene que recurrir a improvisaciones, como usar cubetas o botellas vacías. Esto no solo resulta poco práctico, sino que también estéticamente queda "cutre", por decirlo suavemente. Yo no tengo mascota, pero entiendo las necesidades de las personas que sí las tienen (hoy hay en Bilbao más mascotas que niños)

La importancia del mobiliario urbano funcional

Este problema no es un detalle menor; refleja una tendencia más amplia en el diseño urbano. Muchas ciudades invierten sumas considerables de dinero en elementos públicos que parecen más enfocados en la apariencia que en la funcionalidad, a los turistas que a los ciudadanos. Rotondas decoradas con esculturas estrafalarias, farolas excesivamente ornamentadas o bancos "de diseño" que son increíblemente incómodos son solo algunos ejemplos de cómo los recursos se destinan a proyectos que priorizan el impacto visual a corto plazo sobre la utilidad y la durabilidad.

El mobiliario urbano no es un lujo; es una inversión que mejora la calidad de vida de los ciudadanos. Un banco bien ubicado puede ofrecer descanso después de una caminata, o simplemente sentarte para ver pasar la vida; una papelera en el lugar adecuado puede prevenir que una calle se llene de basura; y una fuente funcional puede ser un oasis en un día caluroso, por cierto, ¿Por qué son tan bajitas?. Además, estos elementos también fomentan la convivencia y la utilización de los espacios públicos, lo que fortalece el tejido social. Una de las cosas que me gusta ver cuando paseo es a personas haciendo actividades lúdicas en lugares públicos.

Desde una perspectiva económica, invertir en mobiliario urbano funcional y duradero también tiene sentido. Un buen diseño reduce la necesidad de mantenimiento frecuente y minimiza los problemas derivados de improvisaciones por parte de los usuarios. Por ejemplo, un simple bebedero integrado en una fuente podría evitar la acumulación de cubetas o basura, lo que a la larga reduce costes de limpieza.

Las prioridades equivocadas de los políticos

Los políticos a menudo destinan recursos a proyectos llamativos o de "alto impacto" para ganar popularidad rápida, olvidando que las pequeñas mejoras en la vida diaria son las que dejan una huella duradera. Alguna vez he acusado de dejadez a las Administraciones Públicas por no cuidar los pequeños detalles. Una rotonda con esculturas costosas podrá llamar la atención en su inauguración, pero no mejora la vida del conductor que pasa por allí cada día. En cambio, un parque bien equipado con mobiliario cómodo y funcional es un regalo que los ciudadanos disfrutan continuamente.

La pregunta clave es: ¿qué mejor puede hacer un ayuntamiento que cuidar el mobiliario urbano? Este es el tipo de inversión que toca la vida de todos, desde niños que juegan en una plaza hasta las personas que esperamos el autobús. No se trata de gastar más, sino de gastar mejor, priorizando soluciones que combinen funcionalidad, durabilidad y estética.

Diseño centrado en las vecinos

La clave para revertir esta tendencia es adoptar un enfoque de diseño centrado en los vecinos. Esto significa involucrar a los ciudadanos en la planificación de los espacios públicos, realizar estudios sobre cómo se usan los elementos urbanos y aprender de lo que ya funciona. ¿Por qué abandonar un diseño funcional como el de las antiguas fuentes con pozos, si cumplían perfectamente su función? Revisando mi blog, he visto que este modelo de fuente también tiene la posibilidad de incorporar un bebedero.

Creo que las pequeñas iniciativas, la atención a los detalles, no solo mejoran la calidad de vida, sino que también proyectan una imagen positiva de la ciudad.

Conclusión

El mobiliario urbano es mucho más que un conjunto de elementos dispersos por la ciudad. Es una extensión del espacio público que afecta directamente a cómo los ciudadanos viven su entorno. Abandonar diseños funcionales por soluciones poco prácticas es un error que no podemos seguir cometiendo.

Si queremos ciudades más agradables, habitables y funcionales, debemos exigir a nuestros líderes políticos que prioricen el mobiliario urbano. Y, por supuesto, es hora de dejar de "inventar la rueda" y volver a las soluciones que realmente funcionan. Porque a fin de cuentas, lo simple, cuando está bien hecho, siempre es mejor.

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