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18 agosto, 2025

 

Resistencia y compromiso: las dos caras del cambio

 



En muchas organizaciones, se consumen horas y horas hablando de que “hay que cambiar”.
PowerPoints inspiradores, frases motivadoras en las paredes, incluso algún “hackathon” improvisado.

Pero cuando descubrimos que ese gran cambio colectivo es, en realidad, la suma de pequeños cambios individuales, el entusiasmo se enfría.

Y si además nos piden que lideremos nosotros ese cambio… ahí ya muchos optan por mirar el móvil o “recordar” que tienen otra reunión.

El cambio no es un eslogan, es un compromiso. Implica:
  • Salir de la zona de confort (que, por algo, se llama de confort).
  • Asumir responsabilidades que pesan más que las palabras.
  • Tomar decisiones que no siempre gustan, pero son necesarias.

Es como el famoso ejemplo del desayuno con huevos y bacón:

  • La gallina participa (pone los huevos).
  • El cerdo está comprometido (pone el bacón… y su vida).

En los procesos de cambio, hay muchas “gallinas” aportando ideas… pero hacen falta más “cerdos” dispuestos a dar el paso, asumir riesgos y comprometerse de verdad.

Porque tener ideas es fácil. Lo difícil es traducirlas en acción:
  • Poner fechas.
  • Asignar tareas.
  • Medir avances.
  • Ajustar el rumbo cuando no sale como esperábamos.

Como decía Peter Drucker: “Los planes son sólo buenas intenciones a menos que degeneren inmediatamente en trabajo duro”.

El reto real no está en imaginar el cambio, sino en convertirlo en realidad.

Y sí, cambiar duele… pero más duele quedarse quieto mientras todo a tu alrededor evoluciona.

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