14 agosto, 2025
Nunca eches sal a un bistec sin probarlo
Cuentan que, en una ocasión, Henry Ford, el fundador de Ford Motor Company, invitó a cenar a los dos últimos candidatos finalistas para un puesto de dirección en su empresa. Ambos se habían graduado en la misma universidad, con expedientes brillantes. Eran verdaderos genios.
Durante la cena, conversaron sobre temas aparentemente triviales, nada relacionado con coches, ingeniería o negocios. Al terminar, los tres salieron del restaurante. Entonces, Ford se dirigió a uno de ellos y le dijo:
-Estás contratado.
Al otro, simplemente le dijo:
- Lo siento, no vamos a colaborar. Gracias por tu tiempo.
Este último, sorprendido, reunió valor y le preguntó:
- Señor Ford, ¿me permitiría hacerle una pregunta? Durante la cena no hablamos de nada técnico, ni de la universidad, ni de nuestra formación… ¿Por qué eligió a mi compañero y no a mí?
Ford le respondió con calma:
- Por dos razones principales. La primera: tu amigo probó la carne antes de echarle sal. Tú, en cambio, la salaste antes de probarla. Me gustan las personas que evalúan antes de hacer cambios.
- Y la segunda razón, aún más importante: tu amigo fue educado y cortés con todos los camareros. Pedía las cosas por favor y daba las gracias. Tú, en cambio, ni siquiera los miraste. Para ti, eran invisibles. Solo fuiste educado cuando te dirigías a mí.
- El tipo de líder que quiero en mi organización debe ser capaz de ver y valorar a las personas, no solo a las jerarquías. Y esta noche, tú solo fuiste capaz de ver la jerarquía.
Esta historia, mitad anécdota y mitad metáfora, se ha convertido en una lección universal sobre el liderazgo, el carácter y la toma de decisiones.
Los detalles cotidianos revelaban más sobre una persona que su currículum. Ford no estaba evaluando habilidades técnicas: estaba observando el carácter. Y como bien afirma Peter Drucker, “el liderazgo es una cuestión de carácter más que de carisma”.
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